Amar a alguien es parte de nuestra naturaleza.
El principio básico de la condición de vida es que tenemos una propensión general a amar a alguien. Nadie puede vivir sin amar a otra persona. Esta propensión está presente en todos los seres vivos. Incluso un animal como un tigre tiene esta propensión amorosa al menos en estado latente, y ciertamente está presente en los seres humanos. Sin embargo, lo que nos falta es saber dónde depositar nuestro amor para que todos puedan ser felices. En la actualidad, la sociedad humana nos enseña a amar a nuestro país, a nuestra familia o a nuestro yo personal, pero no hay información sobre dónde debemos depositar nuestro amor para que todo el mundo pueda ser feliz. Ese punto que falta es Krishna. En la etapa primaria un niño ama a sus padres, luego a sus hermanos y hermanas, y a medida que crece comienza a amar a su familia, sociedad, comunidad, país, nación, o incluso a toda la sociedad humana. Pero la propensión amorosa no está satisfecha ni siquiera amando a toda la sociedad humana; esa propensión amorosa permanece imperfectamente satisfecha hasta que conocemos quién es el amado supremo. Nuestro amor sólo puede satisfacerse plenamente cuando se deposita en Krishna. Nuestra propensión amorosa se expande como se expande una vibración de luz o de aire, pero no sabemos dónde termina. Si aprendemos a amar a Krishna, entonces es muy fácil amar inmediata y simultáneamente a todo ser viviente. Es como verter agua en la raíz de un árbol o suministrar comida al estómago. El método de verter agua en la raíz de un árbol o de suministrar alimentos al estómago es universalmente científico y práctico, como cada uno de nosotros lo ha experimentado. Todo el mundo sabe bien que cuando comemos algo, o en otras palabras, cuando ponemos alimentos en el estómago, la energía creada por tal acción se distribuye inmediatamente por todo el cuerpo. Del mismo modo, cuando echamos agua en la raíz, la energía así creada se distribuye inmediatamente por la totalidad incluso del árbol más grande. No es posible regar el árbol parte por parte, ni alimentar las distintas partes del cuerpo por separado.
Fuente: A.C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada (edición 2011), «El Néctar de la Devoción», página XV.