La mejor manera de poseer a Lakshmi es mantenerla al lado de Narayana.

La riqueza proviene de Lakshmi, la diosa de la fortuna, que en realidad es propiedad de Narayana, la Suprema Personalidad de Dios. La diosa de la fortuna no puede morar en ninguna parte excepto en compañía de Narayana; por eso también se la conoce como Cancala, que significa inquieta. Sólo puede encontrar la paz en compañía de su esposo, Narayana. Por ejemplo, Lakshmi fue raptada por el materialista Ravana, que también secuestró a Sita, encarnación de la diosa de la fortuna para el Señor Rama. Como resultado, toda la familia, la riqueza y el reino de Ravana fueron destruidos, y Sita, la diosa de la fortuna, fue recuperada de sus garras para reunirse con el Señor Rama. Así pues, todas las posesiones, riquezas y fortunas pertenecen a Krishna. Como se afirma en el Bhagavad-gita (5.29)
bhoktaram yajna-tapasam sarva-loka-mahesvaram
«La Suprema Personalidad de Dios es el verdadero beneficiario de todos los sacrificios y austeridades, y Él es el dueño supremo de todos los sistemas planetarios». Los materialistas, descarriados, amasan dinero y roban a otros ladrones, pero no pueden quedárselo. En cualquier caso, este dinero debe gastarse. Una persona engaña a otra, y así sucesivamente; por lo tanto, la mejor manera de poseer a Lakshmi es mantenerla cerca de Narayana. Este es el objetivo del movimiento de la conciencia de Krishna. Adoramos a Lakshmi (Radharani) junto con Narayana (Krishna). Recogemos dinero de diferentes fuentes, pero ese dinero pertenece sólo a Radha y Krishna (Lakshmi – Narayana). Si el dinero se utiliza para el servicio de Lakshmi-Narayana, el devoto vivirá automáticamente en la opulencia. Por otro lado, cualquiera que busque aprovecharse de Lakshmi como hizo Ravana será derrotado por las leyes de la naturaleza, y las pocas posesiones que tenga le serán arrebatadas. Al final, la muerte se lo llevará todo, y la muerte es la representante de Krishna.

Fuente: A.C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada (edición 2014), «Srimad Bhagavatam», Quinto Canto, Capítulo 14 – Texto 24.