Los que no se comprometen con el servicio devocional al Señor Supremo se pueden clasificar en dos grupos.

Aquellos que rechazan el servicio devocional al Señor Supremo pueden clasificarse en dos grupos. El primer grupo está formado por individuos que se dedican a la gratificación de los sentidos y que son fácilmente dominados por los semidioses a través de diversos recursos, como el hambre, la sed, el deseo sexual, el sufrimiento por el pasado y las ilusorias esperanzas futuras. Estos materialistas, atraídos por el mundo material, caen bajo el control de los semidioses, quienes finalmente les proveen la gratificación sensorial que buscan. El segundo grupo, como observó Śrīdhara Svāmī, comprende a aquellos que intentan suprimir sus deseos materiales sin rendirse al Señor Supremo; estos individuos se encuentran aún más equivocados que los que buscan placeres sensoriales. Aunque intentan navegar por el océano de la gratificación sensorial y se dedican a rigurosas penitencias, al final solo logran sumergirse en charcos de ira. Limitarse a practicar austeridades materiales no purifica el corazón; a pesar de restringir sus actividades sensoriales mediante una voluntad ciega, estos individuos permanecen cargados de deseos en su interior. Como resultado de este conflicto interno, surge la ira (krodha). Hemos conocido personas que, a través de una severa negación de sus sentidos durante la penitencia, se han vuelto amargadas y resentidas. Al ser indiferentes al Señor Supremo, no solo fracasan en alcanzar la liberación final, sino que también son incapaces de disfrutar plenamente de la gratificación material. En cambio, sucumben a la ira, que les lleva a maldecir a los demás o a caer en el falso orgullo, desperdiciando así las recompensas de sus arduas austeridades. Se comprende que cuando un yogui maldice, disminuye el poder místico que se esfuerza por acumular. Así, la ira no proporciona ni liberación ni verdadero placer material, sino que consume los beneficios de sus penitencias y austeridades. Esta ira infructuosa se compara con el charco improductivo que queda en la huella de la pezuña de una vaca. Por lo tanto, después de intentar trascender el océano de la gratificación de los sentidos, los llamados yoguis que permanecen indiferentes al Señor Supremo terminan ahogándose en charcos de ira. Aunque los semidioses reconocen que los devotos del Señor realmente superan las miserias de la existencia material, es evidente que tal liberación es inaccesible para los yoguis que no tienen interés en el servicio devocional al Señor Supremo.

Fuente: A.C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada (edición 2014), «Srimad Bhagavatam», Undécimo Canto, Capítulo 04 – Texto 11.

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