En el estado de Prasupti o sueño profundo, la mente y los sentidos se vuelven inactivos.
Cuando un ser vivo está despierto, tanto los sentidos materiales como la mente están en constante funcionamiento. En cambio, durante el sueño, el falso ego evoca recuerdos de la vigilia, lo que provoca la aparición de sueños o fragmentos de sueños. Sin embargo, en el estado de prasupti, o sueño profundo, la mente y los sentidos quedan inactivos, lo que imposibilita al falso ego recordar experiencias o deseos pasados. La mente sutil y el falso ego son conocidos como liṅga-śarīra, o cuerpo sutil material. Este liṅga-śarīra da lugar a identidades materiales temporales, como soy rico, soy fuerte, soy negro, soy blanco, soy americano, soy chino. El conjunto de estas concepciones ilusorias del yo se refiere al ahaṅkāra, o falso ego. Es esta percepción ilusoria del yo la que conduce al ser vivo a migrar entre diferentes especies, como se explica en el Bhagavad-gītā. No obstante, el alma espiritual se mantiene inmutable en sus cualidades inherentes de eternidad, conocimiento y felicidad, aunque pueda olvidar momentáneamente esta verdad. Una analogía adecuada sería el soñar que se camina por un bosque; ese sueño no modifica el verdadero estado del individuo que descansa en su cama. Así, el verso menciona kūṭa-stha āśayam ṛte: a pesar de las transformaciones en el cuerpo sutil, el alma espiritual permanece inalterada. Para ilustrar este concepto, Śrīla Śrīdhara Svāmī presenta el siguiente ejemplo: etāvantaṁ kālaṁ sukham aham asvāpsam, na kiñcid avediṣam. Uno puede pensar: Dormí muy bien, pero no tuve sueños ni consciencia de nada. Lógicamente, se comprende que no se puede recordar algo que nunca se ha vivido. Por lo tanto, el recuerdo de haber dormido plácidamente, sin interacciones mentales o sensoriales, debe interpretarse como un tenue reflejo de la experiencia del alma espiritual.
Fuente: A.C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada (edición 2014), «Srimad Bhagavatam», Undécimo Canto, Capítulo 03 – Texto 39.