Uno puede prestar servicio al Señor procreando una descendencia capaz de alcanzar la salvación.

El placer celestial para el alma condicionada es el placer sexual, y ese placer se saborea mediante el órgano genital. La mujer es el objeto del placer sexual, y tanto la percepción de los sentidos que procede del placer sexual, como la mujer, están controladas por el Prajāpati, quien se encuentra bajo el control del órgano genital del Señor. El impersonalista debe aprender con este verso que el Señor no es impersonal, pues Él tiene Su órgano genital, del cual dependen todos los objetos placenteros de la vida sexual. Sin el sabor del néctar celestial a través de las relaciones sexuales, nadie perdería el tiempo criando hijos. Este mundo material es creado para dar a las almas condicionadas una oportunidad de rejuvenecer para volver a casa, a Dios, y por ello la generación de seres vivientes es necesaria para mantener el propósito de la creación. El placer sexual incita a tales acciones, y en este contexto, uno puede incluso servir al Señor a través de este acto. El servicio se contabiliza cuando los niños nacidos de este placer son debidamente instruidos en la conciencia de Dios. El propósito de la creación material es revivir la conciencia de Dios, que está latente en la entidad viviente. En otras formas de vida, predomina el placer sexual sin ninguna intención de servir a la misión del Señor. En cambio, en la forma humana, el alma condicionada tiene la capacidad de servir al Señor procreando descendencia capaz de alcanzar la salvación. Es posible engendrar muchos hijos disfrutando del placer celestial de las relaciones sexuales, siempre que puedan ser educados en la conciencia de Dios. De lo contrario, engendrar hijos equivale a un comportamiento bestial. El cerdo, por ejemplo, es más prolífico que el ser humano, pudiendo tener una docena de lechones a la vez, mientras que el ser humano sólo puede dar a luz a un hijo cada vez. Por lo tanto, es crucial recordar que los genitales, el placer sexual, la esposa y la descendencia están relacionados con el servicio al Señor. Aquel que omite esta relación en el servicio al Señor Supremo se encuentra sometido a las tres miserias de la existencia material por las leyes de la naturaleza. La percepción del placer sexual está presente incluso en el cuerpo canino, pero sin conciencia de Dios. La forma humana se distingue de la del perro por esta percepción de la conciencia de Dios.

Fuente: A.C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada (edición 2014), «Srimad Bhagavatam», Segundo Canto, Capítulo 10 – Texto 26.

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