¿Quién era el Señor Buda y por qué la filosofía budista se considera atea?

El Señor Buda nació en la familia de un rey ksatriya de alta posición, pero su filosofía no se alineaba con las conclusiones védicas y por ello fue rechazada. Con el apoyo del rey Maharaj Asoka, la religión budista se difundió por toda India y los países vecinos. Sin embargo, tras la aparición del gran maestro Sanrakaracarya, ha sido empujado más allá de las fronteras de la India. A veces, budistas y otros religiosos que no valoran las escrituras reveladas argumentan que hay muchos devotos del Señor Buda que demuestran servicio devocional hacia él y, por lo tanto, deberían ser considerados devotos. En respuesta, Rupa Gosvami señala que los seguidores de Buda no pueden ser aceptados como devotos. Aunque el Señor Buda es reconocido como una encarnación de Krishna, sus seguidores no poseen un conocimiento profundo de los Vedas. Estudiar los Vedas implica reconocer la supremacía de la Personalidad de Dios. Así, cualquier principio religioso que contradiga esta supremacía se considera ateísmo, porque desafía la autoridad de los Vedas y desacredita a los grandes acaryas que enseñan dichas escrituras para el beneficio de la humanidad.

El Señor Buda es considerado una encarnación de Krishna en el Srimad-Bhagavatam, donde se afirma que apareció para confundir a los ateos. Por lo tanto, su filosofía está destinada a desconcertar a los ateos y no debe ser aceptada. Si alguien se pregunta: «¿Por qué debería Krishna propagar principios ateos?», la respuesta es que fue el deseo de la Suprema Personalidad de Dios poner fin a la violencia que se cometía en nombre de los Vedas. Los llamados religiosos estaban malinterpretando los Vedas para justificar actos violentos como el consumo de carne, y el Señor Buda vino a guiar a las personas alejadas de esa interpretación errónea. Asimismo, para la clase atea, el Señor Buda predicó el ateísmo con el fin de que lo siguieran y así fueran desviados hacia el servicio devocional tanto al Señor Buda como a Krishna.

Fuente: A.C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada (edición 2011), «El Nector de la Devoción», Página 61.

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